Debe concederse que la denominación de este trastorno somatomorfo no resulta demasiado explicativa, porque la somatización es algo que se produce en todos los trastornos de este tipo, de modo que es más un síntoma que una enfermedad bien diferenciada. Con todo, parece ser que los redactores del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) no encontraron nada mejor cuando decidieron dejar de emplear la antigua designación de histeria o síndrome de Briquet para referirse a esta patología.

Paul (o Pierre) Briquet (1796-1881) fue un médico francés que tomó la determinación de estudiar seriamente los padecimientos histéricos, no por una cuestión vocacional, sino simplemente porque el servicio médico que dirigía recibía multitud de pacientes con dicha afección. Al llevar a cabo su investigación, comprobó la falta de rigor con que la histeria había sido tratada por autores clásicos anteriores: meras recopilaciones de hechos sin ningún criterio y afirmaciones fundadas más en prejuicios e imaginaciones que en el método científico.

Su labor cristalizó en 1859 con la publicación de su Traité clinique et thérapeutique de l’hystère, una obra capital que influyó en autores europeos como Charcot e, indirectamente, en el psicoanálisis. Más tarde, la tradición clínica estadounidense, cuyo programa de investigación era empírico-fenomenológico, es decir, centrado más en lo observacional que en lo teórico y conceptual, retomaron el trabajo de Briquet. Como reconocimiento a su labor propusieron el cambio de nombre de “histeria” a “síndrome de Briquet”.

Como indica el DSM-IV y ya señaló Briquet, el cuadro en el trastorno de somatización está formado por una gran variedad de síntomas: dolores en diversas partes del cuerpo (gastrointestinales, articulares, óseos…); disfunciones en la menstruación, la micción o el coito; afecciones dérmicas; disociaciones de tipo amnésico o de pérdida de conciencia; síntomas atribuibles a un trastorno de conversión; etc. Este tipo de malestares se pueden prolongar en el tiempo, mutar de unos a otros y ser realmente incapacitantes en muchos sentidos; sin embargo, exámenes y exploraciones de diversos tipos no logran dar con una causa física objetiva.

Antiguamente, tanto antes como después de Briquet, se atribuía el trastorno a factores psicológicos relacionados con la esfera sexual de las personas afectadas. De hecho, el propio Freud mantuvo ese punto de vista. Actualmente, sin embargo, se atribuye más a situaciones diversas de estrés emocional, cuyo origen puede ser sexual, naturalmente, aunque no es una condición sine qua non.

Así pues, puede deducirse que el cambio de nomenclatura de “histeria” a “trastorno de somatización” tiene el claro propósito de liberarse de ciertas connotaciones de un enfoque anticuado y demasiado centrado en aspectos de la sexualidad femenina. Debe reivindicarse a Briquet porque su trabajo fue decisivo a la hora de zanjar viejas disputas y admitir que la histeria también podía ser masculina.